La tarea desde luego no es sencilla. En primer lugar, las angulas se desvían alrededor de la pared, culebreando unos 300 metros hasta el lecho de un arroyo pedregoso, desde allí ascienden por la escarpada pendiente del río durante 90 metros hasta alcanzar una zanja de drenaje, una especie de alcantarilla construida junto a una antigua vía férrea, introduciéndose en ella para, luego de contorsionarse durante otros 50 metros de empinada cuesta arriba, acabar llegando al elevado pantano. Es el paso que culmina un viaje de miles de kilómetros y más de un año desde que nacieron en el Mar de Coral cerca de Vanuatu.
Las pequeñas angulas conquistan el embalse de Warragamba
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